en este cuarto desierto,
con libros que no me dicen nada
y pesadillas que gritan en la almohada.
Te invoco en la sombra de tu nombre
y aparece el fantasma mental:
mudo e incorpóreo,
que me obliga a beber de la locura
y el escepticismo.
Estoy tan afectado por tu otrora realidad
que quisiera presenciar más que especular,
verificarme en tu cuerpo para dejar
de intuirte metafísicamente y,
así,
saber que eres real mientras
sé que yo también lo soy no porque te pienso,
sino porque te vivo.
Daniel Cisneros
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