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Susurros de Chalco...

sábado, 26 de mayo de 2007

Zalamandro

Hoy es un día como cualquier otro. Anoche, una gran fiesta. Me levanto a eso de las ocho, bajo de mi habitación y la casa esta desierta, todos han partido ya, y en ese profundo silencio escucho un gran estruendo, un sonido raro, un sonido inaudito, oh… es mi estómago que pide algo de comer. Voy directo a la cocina, reviso y no hay nada; me dirijo a la nevera, y no encuentro nada que me apetezca; en ese momento reviso y… ¡vualá!: un par de billetes en mi bolsillo (únicos sobrevivientes de esa maravillosa noche). Salgo a la calle, la gente parece aburrida, no le doy importancia, y allá bajo, mi estómago con apocalípticos rugidos, realmente hambriento, así que voy hacia el primer sitio que huele a comida: un pequeño puesto de garnachas que en verdad se veían deliciosas, pero no cedo, esas son para nacos; sigo buscando en uno y otro lugar, nada se me antoja. De pronto, un aroma exquisito abunda en el aire, me hace voltear… ¡un puesto de tacos! Pero, aquel olor, no era exactamente de tacos… bahh! Da igual, estaba arto de seguir buscado y con una desquiciada hambre que empezaba a enfadarme.

Al llegar, el taquero era un rockstar antaño, de esos viejos especimenes salidos de Avandaro, sin embargo, sentí una buena vibra. El buen taquero empezó a servirme. Sus ojos estaban un poco rojos y sus parpados caídos pero yo solo quería comer. Los tacos, digo, su apariencia, no se veían tan mal (con hambre todo se ve bien). Al dar la primera mordida algo paso (no todo sabe como se ve), descubrí aterrado que esos tacos eran espantosos, pero… ya los había pagado y ni modo de desperdiciarlos, así que continué comiendo. De repente el señor sacó una hoja de papel, que contenía una especie de hierba, mientras la limpiaba me empezó a contar de sus años de oro, de rebeldía; no puse atención, ya que me dieron ganas de vomitar el puesto debido al asqueroso olor y sabor de esos tacos. De repente, sacó una gran sabana y echó ahí toda esa hierba, “preparó” un cigarrillo y sin más, lo prendió y se puso a fumar sin ningún tipo de pudor. El aroma era delicioso, agradable, seductor.

Fue entonces cuando comprendí el por qué de tantos clientes, pensé: “pero si sus tacos son un fiasco.” Quizá esa sea la razón de que esté aquí sentado comiendo un par de magníficos y deliciosos tacos…otra vez.

“Vamos no seas así
Te llevo mas de un mes olfateando
No digas que no y saca lo que estas ocultando
Eso que me diste cuando te conocí
No seas un viejo gruñón y bastardo
¡Ya arma ese toque Zalamandro!”

Dav.

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