Aquélla chica se deslizó entre mis piernas mientras tocaba la banda. Los golpes de la batería daban ritmo a su cuerpo. El ácido besaba mis ideas. ¿Para qué preocuparse por un poco de sabiduría? El brillo de palacios, la caliente arena, la sombra de las palmeras. Saborear su boca, su sabor a dátil. Hasta que el turbante rueda por el suelo. Es hora de soñar.
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