RECUERDOS ROTOS
eduardo amantis
¡Ring, ring, ring! El teléfono ronronea rompiendo el cristal del silencio arrullado (tic-tac, tic-tac…) por relojes en la habitación de oscuras sombras y memorias regurgitadas.
Gritos desesperados rebotando en la cabina, saliva rabiosa escurriendo del auricular. Algunos minutos de continuos rings telefónicos al pasado desentierran… [“Hace seis semanas conocí a un hombre de cara colgada, con cabellos de noche y barba esplendorosa, tan extensa que el rostro angulado de nariz aguileña cual PicodeOrizaba… perderse en cascadas de cabellos de cristal acuífero. Recuerdo perfectamente ese día (ya porque “la caja tonta” anunciaba que la conversión de la “sangre de la tierra” en un producto de libre comercio fue benéfico, había dado fetos: botellas de plástico que se desintegran en diez días, que posiblemente causarán, en el futuro nuevas modificaciones en el ambiente de los organismos citadinos; se lanzaba el satélite SAMEX 6) ya por que compraba en el mercado subterráneo, fetiches del alma humana: relojes baratos a mujeres gordas y a señores gritones que miran con desprecio e interés de sanguijuela, el ajetreo banal de las personas que se mueven con desesperación por comprar. Ya después de obtener mis morbosos monumentos, trofeos de mis fornicaciones, me iba al centro concéntrico geográfico de la ciudad histórica donde silenciosos murmullos oscuros de deidades prehispánicas vagan subterráneamente pisoteados por chuecos templos católicos adornados por pulcras imágenes sangrientas… y acompañado del aroma a pachulí, incienso, rosas muertas, cantos, danzas, meditaciones y lamentaciones, emprendo (corroborando la creencia de que el poder tiende a centralizarse. Y de que la urbanización tiende del centro a la periferia, generando cinturones de marginación y que el hombre es más lo que cree que lo que piensa) mis largas caminatas laberínticas entre basura inorgánica y… aquél hombre barbón me sigue y vamos en busca de no se qué… de materiales que alimenten mis creaciones imaginarias, casi adivinatorias, a mis juegos infantiles con recuerdos de cada mujer con la que he fornicado –y fornicaré- un día antes de ir de compras….”] …del presente, cuando el ruido (ring, ring, ring) le martilló los recuerdos y la luz de la imagen del instante extinguido se desvanecía al ágil paso de las manecillas de los veintiún relojes, veintillizos tróficos modelos –deliciosas, fláccidas, erectas…nalgas, ansiosas vaginas gonorreicas, eyaculaciones, elucubraciones y reminiscencias extinguidas-, odas al vicio y la fornicación, que con mínimas diferencias infinitas del ánimo de creación, él había convertido “en arte… la medición mecánico del tiempo y la fornicación”, como piensa, como gustaba de vanagloriarse en esas noches cuando caminábamos con paso lento y pocas palabras en aquella noche lluviosa dormitando dentro la cueva onírica del universo.
Tic-riiiiinnng tic-tac, tic-tac, tic-riiiiiiing, ring, ring…el pasado salta cual tigre al olvido y el exterior le devuelve al presente.
-Ha de ser el Anarko barba blanca –se dijo a si mismo en voz alta-. Una vez más se ha roto el hilo luminoso del recuerdo, ¿a caso es imposible ya, mantenerse abstraído en sincrónicos reflejos dentro de la cabeza?
Llevaba no sé cuántos días intentando recordar pasados extinguidos de forma sistemática, ordenada, “tanto como el pensamiento escrito” -como solía con frecuencia alardear en aquellas tertulias que alguna vez compartimos con los locos de la calle Sin Rumbo-. [tic-tac] ¿Ring, ring! Meditaciones, reflexiones, los castillos del pasado se derrumbaban ante sus sombras a causa, muchas de las veces por ruidos provenientes de los medios de comunicación o algún amo pasajero de su tiempo: mujeres, amigos o uno que otro vendedor de artículos…un niño con una jícara de plástico pidiendo una moneda para el funeral de su padre asesinado por un policía, entre muchos otros vaivenes de sus demonios que ignoro.
El ¡ring,ring, ring! se enreda de la hiedra oscura, penumbra que {tic-tac, tic-tac] progresivamente habita como cáncer la habitación. Los ruidos, recuerdos y demonios mezclados por el DJ que manipula dentro de su cabeza las luces y sonidos…y aún él sin contestar la llamada.
El hombre de la esquina oriental de la calle (arteria modernista caduca, oscura llamada Jorge Luis, que aparentemente parece haber sido nombrada en venganza de un dios negro imaginario que vive en la mente de no se quién, percibido sólo por algunos snob’s que adoran férrea y arduamente al gran poeta ciego. [pero que pasa aquí, orgía de de adjetivos]) mira desesperado sombras en metamorfosis moviéndose en aquélla habitación del tercer piso…mira con la esperanza de masticar la frágil paciencia de aquél [tic-tac tic-tac tic-tac] “hombre perdido en el tiempo”:
-Ése hombre aparente me está desquiciando, que casi he acabado con mis mugres uñas. Sé que estás ahí ¡Puedo ver los movimientos de tu sombra! de [tic-tac tic-tac tic-tac tic-tac] aquí para allá, edificando con el pasado pequeños edificios del futuro, que caerán por un presente equivocado…
-Sí –El hombre de la habitación levantó la bocina. Él había roto la templanza.
-[¡Sí, cagones!] Sí, sí… bueno. ¿Perdido, eres tú o el de ayer, o del otra vez cuando te ví por última vez? Dijo entusiasmado el Anarko.
-No soy yo…no me conoces huevón, ¿qué quieres?
-Desprender, desmembrar, arrebatar, redimir [tic-tac tic-tac tic-tac tic-tac tic-tac], reorganizar, reformar…
-¡Párale, huevón! Esas pinches mamadas qué cabrón…esperadme –dijo con turbada voz infantil- en segundos bajo. Colgó mientras olía sus dedos olorosos a su clásico rascahuele.
-¡Ahuevo cagónes! Colgó la bocina e imagino todas las bocas que habían escupido, llorado, gritado palabras al olvido en ese teléfono…antes de que combinará los posibles, súbitamente llegó el “Perdido”, pues él siempre obsesionado con el tiempo.
Esos dos sólo sombras caminando por la calle, espectros noctámbulos que sisean entra la mirada eterna de la luna. Llegan a un lugar… mercado cultural en escena: teatro, danza, cine, por doquier estantes atascados de libros, detrás de un cónico cubo de vidrio, aguardados por un policía con un sueldo mezquino…qué hermosa parafernalia: féminas piernas dando trémulos pasos de actores y bailarines después del ensayo de medianoche; escritores con caras fingidas, cargando en la mochila adinerada, mentiras rimbombantes de tiempos que no existieron nunca pero que ya existen [tic-tac tic-tac tic-tac tic-tac tic-tac tic-tac] en un libro adulado… Todo esto, pantalla en escena o teatro parlante para voyeurs en auditorios y esta audiencia que espera en silencio que no se rompa el silencio para aplaudirle a los maniquíes de plastilina dorada que yacen en el circo de las afuera del “centro cultural” de arte vendidas.
-“Qué ricas carnes, y yo ya con culo por boca”-dijo uno de ellos con voz melodiosa, a la mujer altiva que caminaba vestida (según “los vientos de la última moda vista en alguna galería o platica de lavanderas letradas”) ascética y elegantemente europea, mientras camina, hace caravanas y siluetas con su mirada coqueta e interesada [al ritmo del tic-tac en la cabeza]. Se quita la boina, cae la noche de su cabeza y abraza sus refulgentes estrellas; con las manos ella contesta y le lanza una bella sonrisa, reflejando su ficticio interés por aquella bella organización de aquéllas palabras dichas. Él confundido, abre su boca y escupe, le demuestra –como a muchas otras- que le ha tomado por aborto de algún poeta maldito, que se equivocó, pues él tenía la virtud de vomitar bellas “flores secas”, destinadas a perecer en las espirales del tiempo, imágenes refractadas, perecidas en sus lentes y ojos negros…
-[SILENCIO]
- Ves…viste, ¿estás aquí ‘PERDIDO’?
-[Silencio]
-En FIN –se puso la boina y le miró interrogativamente.
-¿Ya escogiste el próximo antídoto para el mal burgeouis?
- ¿Y eso qué es. Un tipo de burgués manufacturado por el neoliberalismo? Para, para, para [qué] tus juegos de palabras, que ya hasta tus confecciones casi monstruosas ya han desaparecido en chapitas, pudorosos frutos de floreadas frases dichas. [tic-tac, tic-tac tic-tac…los relojes al unísono, ninguno atrás ni uno adelante, sólo el tiempo jugueteando con su mente revoloteando el viento con polen alado…el teléfono frenético sonando ¡Ring-ring, rings!… abre los ojos desprende las imágenes, se levanta del sillón rojo, abre la puerta, baja el espiral escalonado y sale ya…él Anarko ya ha llegado hace tiempo a la Jorge Luis –piensa mientras una vez más se ha roto el hilo luminoso de los recuerdos utilizados en miras a un futuro en el presente. Cada hombre está hecho de recuerdos.
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